En abril de 2013, salí de Francia con mi familia y con amigos de mis padres hacia un destino soñado: Bali. En aquella época, Indonesia era un destino inusual, lejano y, por tanto, menos visitado que hoy. Este viaje fue para mí un verdadero soplo de aire fresco y una verdadera desconexión. Entre el intercambio y el descubrimiento, Bali fue el destino que más me marcó.
Ubud
Ubud, donde late el corazón artístico de Bali, alberga un número insospechado de museos y galerías de arte. La llegada a nuestro hotel fue de lo más acogedora, con un cóctel de bienvenida, algo que ya tuvimos en los distintos hoteles que visitamos. Al llegar, nos dimos cuenta de que había una cantera debajo del hotel. Los balineses trabajaban allí durante el día con picos y otras herramientas para venderlas después.
Esa noche, salimos a comer no muy lejos del hotel. Paramos en un restaurante y comimos una de las especialidades balinesas: Nasi Goreng. Este gran clásico de la cocina balinesa que se parece mucho a la paella. Si bien es un plato a base de arroz (nasi), también existe una versión con fideos (mie), ambos salteados en una sartén con cebolla, algunas verduras y diferentes especias. Acompañada de carne o gambas, esta especialidad ofrece una originalidad: el huevo frito colocado encima. Se le puede proponer la variante vegetariana. El conjunto se sirve con sambal (una pequeña salsa picante). Un verdadero placer. Atreverse a comer alimentos locales también forma parte de la práctica del turismo lento. Embárquese en una aventura para conocer mejor el país que visita.
Un poco más adelante en nuestro viaje, visitamos una escuela balinesa. Un momento fabuloso en el que pudimos divertirnos en los juegos con los niños. Haciendo este tipo de encuentros podemos empaparnos realmente de la cultura local. Además, unos años antes, mis padres y sus amigos tuvieron la oportunidad de dar un curso a los estudiantes. Les habían pedido que dibujaran la Torre Eiffel. Un gran momento para compartir e intercambiar.
Para empaparse de la cultura local, también hay que visitar los lugares de culto, como el Tirta Gangga, el Templo del Agua. El palacio real de Tirta Gangga alberga una espléndida cuenca acuática dispuesta poco antes de los años 1950. Si va al este de Bali, tendrá la oportunidad de descubrirlo y, por qué no, de bañarse en él.
Suite
Al ir allí, uno puede sentir la cultura balinesa, así como el hinduismo. La tranquilidad del lugar, con sus diversas masas de agua y fuentes, la ausencia de ruido y el espacio dedicado al paseo son propicios para la meditación.
Amed
En una palabra, Amed era un verdadero favorito. Después de dejar nuestro primer hotel, nos dirigimos a esta ciudad que permanecerá para mí como el lugar más hermoso de mi viaje. El lugar donde dormimos no estaba lejos de un pueblo de pescadores, y los pies en el agua, un verdadero pequeño rincón del paraíso.
Una mañana, alrededor de las 3-4 de la mañana nos embarcamos para uno de los barcos de los pescadores para vivir nuestra primera pesca balinesa. El pescador nos ofreció ayudarle a traer la comida para el almuerzo. Al mismo tiempo, el sol salía en Bali. Así que me encuentro a las 6 de la mañana en una piragua, pescando y viendo un magnífico amanecer. Un espectáculo puramente espléndido. El regreso se hizo a última hora de la mañana con la cosecha que fue buena. Ese mismo día, el pueblo vecino al nuestro está en la playa de nuestro hotel, así que empezamos a hablar y a jugar con ellos.
Al ser mi hermana rubia, era la primera vez que los niños balineses veían ese color de pelo. Quedaron asombrados y decidieron escribir su nombre con guijarros de la playa, sin haberlo visto escrito antes. Un momento memorable que recordaré el resto de mi vida. Estos momentos de intercambio suelen ser muy emotivos. Nos recuerda cómo las diferentes culturas pueden unirse de forma amistosa y feliz.
Finalmente, en nuestra última noche, fuimos invitados a una clase de danza balinesa. Otro gran momento de intercambio y descubrimiento cultural.
Bali fue para mí un viaje lleno de buenos recuerdos. El encuentro con la población local, la degustación de platos locales o la visita a un templo me permitieron sumergirme realmente en la cultura balinesa. El turismo lento fue un verdadero factor de éxito en mi viaje. Este me permitió madurar, crecer y también me dio el gusto por esta tendencia.